Crónica de un éxodo anunciado

Ante la mirada pasiva de la comunidad internacional, más de 745.000 rohingyas han huido de Myanmar desde 2017.
¿Quién y cómo está narrando la mayor limpieza étnica en lo que llevamos de siglo?

©MSF

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Miles de barcos cargados con niños y ancianos cruzaron el río Naf en plena noche, escapando de la violencia hacia un destino azaroso.

De la mano del éxodo, llegó el boom mediático. El mundo puso el foco en Cox´s Bazaar y, durante meses, un goteo infinito de información inundó la red.

Al teclear la palabra "rohingya" en Google, se generan 22.300 resultados. Y eso solo en español. Los medios de comunicación enviaron periodistas a la región; las organizaciones internacionales pusieron en marcha proyectos y redactaron informes analizando causas y soluciones.

Dos años después, el silencio. Pero aquellos que han sido testigos de la tragedia de un pueblo no olvidan.

Relato I

Voz de mi pueblo

©MSF

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¿Cómo sobrevivir sin identidad? Los rohingya llevan haciéndolo desde hace tres generaciones.

La violencia, el miedo y la pobreza han dejado huella en la memoria colectiva de una etnia apátrida.

©MSF/ Vídeo propio

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Desde el exilio en Bangladesh, Razia Sultana creció en el seno de una familia involucrada en política y derechos humanos. Cuando tuvo edad de escoger a que quería dedicar su vida, no tuvo dudas: Ayudar a los suyos.

Su decisión expresaba el sentimiento de comunidad que caracteriza al pueblo rohingya.

Sin amigos y sin tierra

La violencia no ha estallado de un día para otro. Según ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), la crisis del pueblo rohingya es una de las más largas del mundo y también una de las más olvidadas.

Un conflicto étnico que se remonta a la Segunda Guerra Mundial y al colonialismo, vinculado a multitud de factores que generalmente los medios internacionales tienden a simplificar.

Sources: ACNUR/ONU/HRW

En una sociedad mayoritariamente budista (el 90% de la población de Myanmar), la cuestión religiosa es sin duda relevante. Pero como puntualiza Razia, "es más un problema político y geográfico. La comunidad rohingya siempre ha vivido en su propio territorio. No somos birmanos, ni bangladesíes, ni bengalíes".

Razia pertenece a la primera oleada de exiliados. Poco después de su nacimiento en 1973, su familia abandonó Maungdaw (ciudad limítrofe con Bangladesh). A pesar de no recordar su hogar, siempre se ha sentido vinculada al antiguo reino de Arakán, como siguen denominando los rohingya al estado de Rakáin.

Años más tarde, cuando ejercía como abogada en Bangladesh, decidió especializarse en derechos humanos. En esa etapa llegó a la conclusión de que uno de los principales obstáculos a los que se enfrentaban los rohingya para exponer su situación era la carencia de un activismo fuerte y de líderes comprometidos .

Por esa razón se unió como investigadora a Kaladan Press (agencia independiente de noticias fundada por rohingyas en el exilio).

"Éramos una comunidad muy unida, colaborábamos entre nosotros y manteníamos nuestras tradiciones y cultura"

El 9 de octubre de 2016 , el grupo insurgente ARSA (Arakan Rohingya Salvation Army) perpetró varios ataques coordinados a puestos de la Guardia Fronteriza birmana en el estado de Rakáin. En represalia, el Tatmadaw (ejército nacional de Myanmar) arrasó varias aldeas y miles de rohingya huyeron hacia Bangladesh.

Tres días mas tarde, un grupo de investigadores de Kaladan Press se trasladó al área de Cox´s Bazaar. Entre ellos estaba Razia Sultana.

Los hecho se repitieron un año más tarde y el gobierno respondió empleando una violencia sin precedentes. Hogares quemados hasta los cimientos, cientos de asesinatos, mutilaciones y torturas.

De nuevo, los rohingya escaparon de Myanmar, cruzando el río que separa el estado de Rakáin de Cox´s Bazaar.

"La gente estaba literalmente tirada en los caminos. Personas fuera de sus casas, durmiendo a la intemperie".

Aunque se muestra profundamente agradecida al país vecino, Razia reconoce que esta vez el contexto es diferente. "En el pasado, nos han proporcionado asilo,comida... Pero empiezan a estar cansados e indignados de que cada vez que pasa algo, nuestro gobierno nos empuje en masa al otro lado de la frontera".

La realidad es que Bangladesh, una nación pequeña, superpoblada y con escasez de recursos, no puede hacer frente a los números del éxodo. Ante la falta de progresos en la búsqueda de una solución, el pasado mes de marzo el secretario de asuntos exteriores bangladesí Shahidul Haque advirtió al Consejo de Seguridad de la ONU de que no aceptarían más refugiados procedentes de Myanmar, al tiempo que se preguntaba si estaban pagando el precio de haberse solidarizado con una minoría perseguida.

Su país de procedencia les deniega desde hace décadas la ciudadanía birmana. Tampoco optan a la nacionalidad bangladesí; no pueden abandonar los campos, buscar un trabajo o una vivienda. Ni siquiera poseen el estatus de refugiado.

"Ciudadanos del limbo", se lamenta Razia. Sin derechos, sin futuro. "¿Quién es responsable de la protección de los derechos humanos?".

La violación como arma de guerra

La activista cierra los ojos por un instante al recordar los relatos de las mujeres que entrevistó tras la ola de violencia de octubre de 2016. Forzadas a presenciar el asesinato de sus maridos e hijos. Violadas sistemáticamente por el ejército birmano, primero durante la destrucción de sus hogares y posteriormente en la huida. Incluso en la terrible miseria de los campos de refugiados son víctimas de acoso sexual.

En esa primera visita al campo de Kutupalong, Razia se percató de que nadie hablaba de este problema. "La comunidad internacional, las organizaciones, los medios de comunicación...publicaban noticias acerca de la huida, sobre las familias hambrientas cruzando el río. Pero ¿y los crímenes cometidos cometidos contra ellas? Se utiliza su cuerpo como arma de terror".

"Soy mujer, soy rohingya y soy la primera que está recolectando información e investigando sobre la violencia sexual cometida contra nosotras"

Los testimonios que escuchó durante un año acabaron rompiendo algo en su interior: "No podía seguir participando desde fuera, es mi pueblo".

De protagonista a activista

Frente a todo lo que había presenciado, decidió que la mejor forma de ayudar a los suyos era empleando su formación como abogada e investigadora en terreno. Se instaló en Kutupalong y fundó la ONG Rohingya Women Welfare, que brinda apoyo a las supervivientes de abusos sexuales que luchan por seguir adelante en los campos de refugiados. Algunas de ellas viven aterradas, incapaces de salir de la tienda, o relacionarse con gente.

"No conocen a sus vecinos. Las secuelas psicológicas son terribles y hay que trabajar a largo plazo", explica Razia.

Fruto de su trabajo, han visto la luz dos informes: Testigo del horror, de 2017, y La violencia sexual como arma contra los rohingya, publicado el año pasado.

A día de hoy, es también coordinadora de Free Rohingya Coalition y directora de la sección de mujeres de la Organización Nacional de Arakan Rohingya .

En abril del pasado año Razia llevó las historias de las supervivientes rohingya al Consejo de Seguridad de la ONU: "De donde vengo, mujeres y niñas han sido violadas en grupo, torturadas y asesinadas por el simple hecho de ser rohingya" relató en su discurso.

Intervención de Razia Sultana frente a la ONU // Abril 2018

A pesar de que las denuncias de las ONG en la zona datan de 2016, tuvieron que transcurrir dos años para que Naciones Unidas decidiera incluir por primera vez a Myanmar en su informe anual sobre violencia sexual en los conflictos armados.

" La comunidad internacional nos ha fallado. Podría haberse evitado si las señales de alarma no se hubieran ignorado desde 2012"

Razia Sultana se considera afortunada. Es consciente de que si su familia no hubiera huido de Myanmar hace casi cinco décadas, su historia sería muy distinta. Ha vivido el sufrimiento de su gente como observadora, pero el no haber experimentado en sus propias carnes las atrocidades del conflicto no mitiga su dolor.

¿Qué puedo hacer para ayudar a mi pueblo?, se preguntó Razia en 2016. Documentar qué está pasando y contarlo.

"Juntos hemos tratado de alzar la voz y luchar contra una situación humana y fronteriza injusta en Myanmar"

Imágenes: AP/Anna Surinyach

©AP
©Anna Surinyach

Relato II

Palabra de corresponsal

©recursos propios/AFP/CNN

©recursos propios/AFP/CNN

Como corresponsal y enviado especial, la información se vive de primera mano. Alberto Masegosa lo sabe bien. Tras 25 años de trayectoria, tiene claro que "lo más sencillo es cubrir zonas de conflicto, noticia asegurada, escuela estupenda".

Cuando tuvo lugar el repunte del éxodo hace tres años, Alberto residía en Bangkok. Siendo consciente de la escasez de información sobre el caso (especialmente en español) decide visitar Arakán en enero de 2018. El objetivo: documentarse y recabar información para un proyecto de libro que más tarde se publicaría bajo el título Rohingyá: El drama de los innombrables y la leyenda de Aung San Suu Kyi.

Otro periodista español que ha seguido de cerca a los rohingya es Carlos Sardiña. Ha trabajado como informador independiente en Birmania, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Marruecos antes de incorporarse a la Agencia EFE a principios de año.

Carlos ha dedicado buena parte de su labor periodística a cubrir el conflicto en Myanmar. Conoce la zona desde 2012, cuando viajó a por primera vez a Rakáin poco después de la violencia comunal del mes de junio de aquel año. La última vez que estuvo allí fue en diciembre de 2017.

¿Libertad de información?

Durante este periodo de tiempo (de 2012 a 2018) las restricciones de movimiento a periodistas internacionales por parte de las autoridades birmanas han ido variando acorde con el desarrollo del conflicto.

"Las primeras veces que fui (antes de las elecciones de 2015), lo hice con visado de turista. Eso significaba, en teoría, que no podía ejercer como periodista dentro del país, pero sin embargo pude moverme con relativa libertad, tanto en la ciudad como en los campos de desplazados de rakhine y de rohingya" relata Carlos.

Paradójicamente, iba acompañado de una escolta policial que, aún siendo consciente de la ilegalidad de sus actos, le ayudó a introducirse en la zona.

Tras los comicios, los requisitos fueron endureciéndose progresivamente. Si hasta 2016 era posible solicitar un visado de periodista bajo la premisa de contar con un acompañante birmano (lo que por definición excluía a un rohingya al no poseer la ciudadanía), tras el primer ataque del ARSA a Carlos le denegaron el permiso.

A través de un alto funcionario, meses más tarde él y un amigo fotógrafo lograron entrar en el primer pueblo arrasado por el ejército y entrevistar a los testigos supervivientes. Ningún periodista extranjero había conseguido penetrar en la zona desde la anterior visita de Carlos un año antes.

Después de aquello, el gobierno organizó varios tours sometidos a una vigilancia extrema. Con la operación de limpieza étnica, el acceso a Rakáin se volvió sumamente limitado.

"La última vez que fui me denegaron el permiso para ir a los campos de desplazados y, aunque tengo contactos dentro que se ofrecieron a meterme clandestinamente, decidí no hacerlo porque eso supondría ponerlos en peligro" explica Carlos.

"Hasta la fecha, somos los únicos periodistas extranjeros que han ido a Maungdaw “por libre” desde que surgió ARSA en 2016"
Carlos Sardiña

Una experiencia similar vivió Alberto. "En los últimos dos años ha habido una involución política; libertades que se habían ganado en el proceso democrático, incluyendo avances notables en la libertad de prensa, se han perdido".

Ambos achacan este retroceso informativo a la imposibilidad de las autoridades de vender la limpieza étnica como un conflicto intercomunal de cara a la prensa internacional.

La pieza que nunca ha encajado en el rompecabezas

En estos años, Carlos ha entrevistado a víctimas rohingya, familiares, monjes budistas, funcionarios... tratando de entender e incluir a todas las partes. Los testimonios de los rohingya (y en ocasiones de rakhine que también han sido víctimas de violencia) son a menudo sobrecogedores, pero aclara que "hay que tener cuidado con los rumores". Admite que resulta complicado no dejarse llevar por la crudeza del relato, pero las fake news circulan desde ambos lados y los periodistas en la zona deben "ser prudentes".

De puertas adentro, el gobierno de Aung San Suu Kyi no es objeto de muchas críticas. La mayoría de la opinion pública justifica o tolera la represión. "Los rohingya no son populares en Birmania, ni siquiera entre las otras minorías musulmanas", sentencia Alberto.

En líneas generales, el cómo se informa sobre el tema a nivel local está fuertemente influenciado por la noción de taingyintha o “razas nacionales”. Según esto, los miembros de esas razas son, en última instancia, los únicos que tienen derecho a ser ciudadanos birmanos y los rohingya no están incluidos.

La falta de objetividad de los periodistas birmanos está generando conflictos laborales en las redacciones. "Yo mismo tuve pequeños problemas con Democratic Voice of Burma, un medio con el que solía colaborar más o menos habitualmente, pero no fue a mayores, simplemente dejé de trabajar con ellos. Algo parecido me sucedió con The Irrawaddy, cuando trataron de cambiar un texto mío sobre el tema", recuerda Carlos.

Los pocos que se atreven a destapar los crímenes cometidos por el Tatmadaw se arriesgan a penas de cárcel, como muestra el caso de los dos periodistas de Reuters puestos en libertad el mes pasado, tras cumplir 500 días de prisión acusados de divulgar secretos oficiales. A esto hay que añadir presiones sociales y de grupos extremistas budistas que, en ocasiones, pueden suponer una amenaza tan grande sobre la prensa en Birmania como la ejercida por el Gobierno.

"Los rohingya están deseosos de contar su historia. Eso conlleva que sus esperanzas respecto a lo que supone hablar contigo sean excesivas"
Alberto Masegosa

Aún así, tanto Carlos como Alberto reconocen que la cobertura desigual se aplica también a medios extranjeros.

Según Carlos "suelen retratar a los rohingya sólo como víctimas , lo cual es excesivamente unidimensional, mientras que olvidan a otras minorías como los rakhine".

 "Han cometido barbaridades todos, el ARSA contra otros credos religiosos: rohingyas hindúes, la mayoría musulmana..." añade Alberto. "Eso sí",puntualiza, "no es un grupo yihadista como quiere hacer creer el gobierno. No ha atentado en el resto de Birmania ni del mundo, ha circunscrito la lucha armada al antiguo estado de Rakhine y sus motivos no son religiosos".

Al ser preguntado por el papel de los medios internacionales en esta crisis, Carlos se muestra escéptico: "Siempre es difícil saber con seguridad el impacto que tiene nuestro trabajo y a menudo tendemos a exagerar nuestra importancia hasta límites absurdos".

La cobertura ha servido para que el público internacional tenga conciencia de la lucha de un pueblo apátrida, pero quizás de forma muy esquemática. Es posible que eso haya obligado a la ONU a adoptar una postura más rotunda, pero ha cambiado poco (o nada) la situación sobre el terreno. Lo que sí ha sucedido es que la diferencia en cómo se ve el asunto dentro y fuera de Birmania ha hecho que la población local ya no confíe en los medios extranjeros, dificultando la labor de corresponsales y freelances.

Relato III

El clic de la imagen

©MSF

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El mapa mundial está cambiando. Millones de personas abandonan su país de nacimiento y cruzan las fronteras. En 2013, unos 232 millones de personas eran migrantes internacionales, 78 millones más que en 1990.

Las crisis migratorias se están convirtiendo en la gran tragedia del siglo XXI. Y las imágenes se encargan de documentar lo que ocurre paso a paso.

Mientras en 2017 el gobierno birmano mantenía su discurso y presentaba el genocidio rohingya como un conflicto entre un grupo terrorista y la población del país, los satélites de Digital Globe captaban la realidad.

Fuente:Digital globe

En sólo unos días, el pueblo de Hpar Wat Chaung (al norte de Maungdaw) quedaba totalmente destruido por el fuego.

Decenas de aldeas fueron arrasadas por el ejército y las imágenes del antes y el después mostraban zonas desérticas donde previamente se podían ver viviendas y cultivos.

Las fotografías de niños llorando, familias desesperadas y ancianos cruzando la frontera no tardaron en copar los medios de comunicación.

"Con un sólo vistazo, la imagen es capaz de generar un vínculo"- Anna Surinyach

Escucha el relato mientras sigues bajando

Mujer Rohingya/ ANNA SURINYACH

©Anna Surinyach

Anna Surinyach

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©2017 Reuters/ Mohammad Ponir Hossain

©Adam Dean

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©Reuters

©Anna Surinyach

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KM Asad

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Mujer Rohingya/ ANNA SURINYACH

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©2017 Reuters/ Mohammad Ponir Hossain

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©Anna Surinyach

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KM Asad

©KM Asad

Anna Surinyach conoce de cerca las crisis migratorias. Sus fotografías, reales y directas, son buena prueba de su filosofía de trabajo: Golpear conciencias sin recrearse en la miseria humana.

"Quizás por el momento que nos ha tocado vivir, sobre todo a mi generación", argumenta, "he visto lógico centrarme en contar movimientos de población".

De la mano de Médicos Sin Fronteras, la fotoperiodista ha cubierto los conflictos de Siria, Yemen, la República Centroafricana del Congo o el Mediterráneo. Todos ellos reflejados en el proyecto "Seguir con vida", un mapa interactivo centrado en crisis migratorias recientes.

El ultimo capítulo de esta serie está dedicado a los rohingya. "Cuando yo llegué a Kutupalong, ya habían estado todos los grandes medios". Esto, unido a la falta de tiempo, hizo que Anna decidiera focalizarse en "documentar lo que estaba pasando con la difteria, más que en hacer un retrato general de las situación allí".

"Quería centrarme en un tema más específico para aportar algo nuevo a la cobertura de la crisis"

Según ella, trabajar para una ONG tiene su parte positiva y negativa. En contextos complejos, te permite acceder a ciertas áreas y personas, sobre todo en las condiciones en las que viajan los freelance. Pero si uno limita su actividad profesional al trabajo con organizaciones, acabas por perder parte de la noticia, ya que "como una empresa, las ONG tienen sus propios objetivos, entre ellos informar del contexto sin poner en riesgo los proyectos".

Aunque las fotografías se centran en pacientes de difteria, Anna recuerda como la mayoría de los retratados hablaban de la experiencia migratoria y la vida en los campos de refugiados, que aún marcada por la penuria preferían antes que regresar a Myanmar.

"En Bangladesh no viven en las mejores condiciones, pero nadie les echa ni quema sus casas"

A pesar de que el boom informativo ya se había disipado, Anna reconoce que "hacía tiempo que en una crisis humanitaria no veía tanta ONG y medios de comunicación por metro cuadrado" aunque "me gustaría ver ahora que ya no está en el foco mediático cuantos quedan".

En España, 5W´s (medio del que forma parte Anna) ha sido de los pocos en informar a fondo sobre los rohingya. Han publicado varios especiales con podcast e imágenes, pero como reconoce la fotoperiodista " deberíamos hablar de ello aún más".

Para estos reportajes optaron por colaborar con un freelance de la zona, KM Asad, ya que según Anna, "cuando el fotógrafo es local, se percibe en la imagen".

©Imágenes: José Palazón/Anna Surinyach

José Palazón/Anna Surinyach

©KM Asad

©KM Asad

©KM Asad

©KM Asad

©KM Asad

©KM Asad

Muchas de aquellas fotografías iniciales que enseñaron al mundo el infierno que vivían los rohingya salieron de la cámara de KM Asad. El fotógrafo bangladesí lleva cinco años documentando la limpieza étnica de la minoría birmana.

En 2007, un desastre natural golpeó Bangladesh. Asad, por aquel entonces estudiante de fotografía, se acercó al área afectada e inmortalizó el día a día de los supervivientes tras la tragedia. Un periódico publicó su trabajo junto con el de otros profesionales y la ayuda humanitaria empezó a llegar.

Esa fue la primera vez que Asad se dio cuenta de la fuerza social y cultural de una imagen.

De ahí que cinco años más tarde, cuando los medios de comunicación locales se hicieron eco de la violencia y torturas que los musulmanes rohingya estaban sufriendo a manos del ejército, KM Asad sintiera "una responsabilidad al respecto, no sólo como fotoperiodista sino como ciudadano de mi país" y se trasladara a la frontera para comprobar en primera persona si las noticias eran ciertas.

"Para mí era importante no sólo mostrar la tragedia humana, sino las personas detrás de ella", cuenta Asad.

"Todos tenemos derecho a vivir libremente, con seguridad y paz"

Tras una temporada sin visitar los campos debido a las restricciones gubernamentales, tras el rebrote de la violencia en 2016 el fotógrafo comenzó a cubrir la crisis de manera permanente, creando el proyecto Rohingya Exodus.

En su opinión, una buena foto no se logra con la perfección técnica o ciertas cuestiones estilísticas (enfoque, encuadre, composición...), sino que, por encima de todo, debe tener la capacidad de despertar un sentimiento desconocido en el interior de cada uno.

"Cuando fotografío, trato de volverme invisible". Suele situarse a una considerable distancia física del sujeto, pero por el contrario la distancia emocional es mínima. "Sólo empiezo a disparar tras pasar varios días explorando la localización y entablando relación con la gente".

Reconoce que esa es la parte más complicada de contar el éxodo, ya que como ser humano "resulta descorazonador presenciar ciertas situaciones sin poder hacer nada".

"Aunque yo no tenga el poder necesario para cambiar las cosas, quizás mis fotos pueden inspirar a aquellos que sí para tomar medidas"

Relato IV

Desde la frontera

Al otro lado del río que separa la frontera entre Myanmar y Bangladesh se halla la región de Cox´s Bazar.

Famosa por albergar la playa más larga del mundo, dieciséis kilómetros separan un popular destino vacacional de otra realidad diametralmente opuesta.

Cox´s Bazar se ha convertido en el hogar de un millón de apátridas, repartidos en los 34 campamentos emplazados en un área de 26 kilómetros cuadrados .

Allí, día tras día, los equipos de comunicación de las ONG desempeñan la función más dura: Informar desde el terreno.

¿Qué se escucha en Cox´s Bazar?

El campo de refugiados más grande del mundo

Médicos Sin Fronteras (MSF) llegó a Cox´s Bazar al inicio de la emergencia. En esos primeros momentos, las organizaciones se centraron en contar lo que estaba pasando: El quién, cuando y cómo de la crisis.

Doce meses más tarde, el estancamiento de una situación que no tenía solución a corto plazo hizo que se regularizara la actividad de MSF, convirtiéndose en un proyecto de largo recorrido.

Ana Isabel Tomás viajó a Cox´s Bazar en esa segunda etapa. Periodista de profesión (trabaja en el departamento de comunicación de MSF Madrid), durante tres meses ejerció como coordinadora de recursos humanos.

"Quizás lo que menos se cuenta en los momentos iniciales es la parte de incidencia, de lo que vienen huyendo los rohingya. No se levantan una mañana y deciden ir a Bangladesh sino que escapan de una situación de violencia extrema" reflexiona.

Trasladar este último punto a las comunidades locales resulta esencial. En un área rural, marcada por la precariedaz y la escasez de servicios, los habitantes de Cox Bazar pueden llegar a ver a los rohingya como intrusos beneficiarios de recursos que ellos también precisan.

Por ello, para evitar conflictos entre ambos grupos, un año después del estallido de violencia la estrategia de comunicación pasó a centrarse en el trabajo con la población de Bangladesh.

Una persona del equipo de comunicación se encarga de monitorear los flujos de información que circulan en la región (periódicos, radios, televisión) y la percepción que los bangladesís tienen de los rohingya y de MSF.

"El 90% de nuestro personal es local, a través de ellos se hace posible la comunicación en terreno"

En la misma línea, se decidió desplazar parte de la atención médica fuera de los campos a localizaciones intermedias.

Quizás de cara al impacto mediático internacional, esta labor interna resulte secundaria pero como explica Ana Isabel, "no se trata tanto de grandes planes de comunicación ni estrategia de medios como de que los bangladesíes acepten y respeten la presencia de las ONG". Sin el entendimiento y la colaboración de las poblaciones locales, el trabajo de las organizaciones sería impensable.

En cuanto a la comunicación con el resto de organizaciones en terreno, en todas las grandes emergencias internacionales suele haber un cluster, un equipo de coordinación entre ONG para saber que está haciendo cada una y no solaparse.

"El ser consciente de esta información incide de manera directa en la toma de decisiones el proyecto a nivel operacional. Nuestro objetivo es atender a las necesidades que no están cubiertas", explica Ana.

Pero esta colaboración no se extiende a las campañas informativas, ya que "los intereses y las circunstancias son muy distintos, nosotros funcionamos de manera independiente y aislada".

"Nuestra financiación es 99 % privada, podemos tomar decisiones de comunicación que otras ONG no"

Sensibilizar en el siglo XXI

"Estamos tratando de incorporar nuevos lenguajes , porque al final la típica fotogalería o el artículo ya no llega para sensibilizar".

En el caso de los rohingya, MSF está apostando por la realidad virtual. Vídeos 360º en los que, al colocarse las gafas, uno puede ponerse en la piel de un refugiado como Iman Hussein, quién relata cómo durante su huida, se escondió en la jungla durante varios días hasta que pudo cruzar en barca hasta Bangladesh.

Hoy en día, la clave reside en adaptar códigos y mensajes al canal de destino. Como explica Ana, "no es lo mismo estar redactando un informe que un post en redes sociales". Experiencias inmersivas como esta generan una mayor respuesta en las audiencias.

Bajo esta premisa , Guillermo Algar (coordinador de prensa de MSF España), fue uno de los encargados de poner en marcha un proyecto en colaboración con Playground.

¿Por qué Playground?

Un equipo de Playground y un técnico de comunicación de MSF viajaron a Bangladesh y se centraron en cinco bloques temáticos (contexto general, cuestiones médicas, salud mental...) para producir una serie de vídeos.

En este proceso de trabajo conjunto, Playground diseñó la estructura en capítulos y realizó de la grabación y edición de los mismos.

Por su parte, MSF se encargó del contacto con las fuentes.

El último episodio, "Sueños", aborda las secuelas mentales desde una perspectiva muy efectiva. Varios entrevistados cuentan frente a la cámara que ven cuando duermen. Sus pesadillas entremezclan imágenes de violencia, muerte y una huida sin fin.

Comunicar marca o comunicar causa

Hallar el equilibrio entre transmitir lo que ocurre y priorizar la imagen de la organización es una de las cuestiones más complejas del lenguaje de la comunicación social. En general, se opta por diseñar diferentes campañas según cual de los dos aspectos se quiera predominar. Pero sin perder nunca de vista quién es el verdadero protagonista.

En palabras de Ana, "para recabar fondos, un video que muestre la labor del personal de MSF en Cox´s Bazar suele dar mejores resultados. Sin embargo, si lo que queremos es dar testimonio e incidir en la ciudadanía desarrollamos contenido informativo centrado en los refugiados".

"Los mensajes emocionales son los que mayor impacto generan, pero se corre el riesgo de caer en el morbo".
Ana Tomás

En este último punto, advierte Ana, hay que ser cuidadoso. MSF se rige por un código de actuación en cuestiones comunicativas que abogan por evitar el sentimentalismo exacerbado y ciertas perspectivas en las imágenes ( por ejemplo, los menores de edad nunca aparecen solos).

Los tres meses que Ana Isabel pasó en Cox´s Bazaar marcaron su labor como periodista y comunicadora social. En la época que vivimos, informar de ciertas cuestiones sin perder de vista el objetivo real en favor del impacto mediático resulta complicado. "Contar lo que está pasando no a través de la espectacularización, sino desde el lado humano, es hoy más que nunca un reto".

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